
El Padre.
Padre, ¿qué daño te hice para merecer tu desprecio?
¿Acaso yo pedí nacer?
Tantos años sin verte.
Me quedé mirándote,
perdida en tí,
deseando que me abrazaras,
aunque sólo fuera un instante.
Hubieras aliviado mi pena
y, sin embargo,
me quedé a las puertas de tu querer.
Ana Vega